FULGENCIO FERNÁNDEZ, LA NUEVA CRÓNICA

02/08/2020

Javier Llamazares, arqueólogo y graduado en Historia, ha realizado una investigación sobre las fortificaciones de la Guerra Civil en León en la que llega a conclusiones tan novedosas como el contraste entre el armamento utilizado en ambos bandos o la calidad del material bélico

El investigador que lee en las trincheras o los búnker, en cualquier lugar que aún aparezcan restos de la guerra civil española, podría decirse del joven arqueólogo leonés Javier Llamazares González, graduado en Historia y miembro del equipo de investigación que desde el año 2019 desarrolla el proyecto ‘Investigación de las Fortificaciones de la Guerra Civil en la provincia de León’, una de las líneas de investigación que desarrolla HISMECON (Equipo de Historia y Memoria Contemporánea) de la Universidad de León.

Y en esos restos ‘ha leído’ historias singulares este leonés, postgraduado en Evolución Humana por la Universidad de Burgos en 2018, relacionadas fundamentalmente en el Frente Norte. Señala Llamazares sobre su trabajo que «la arqueología de la Guerra Civil se halla plenamente consolidada en España, dentro de la Arqueología de los campos de batalla, una rama de la Arqueología militar cuyo origen se remonta a la investigación del escenario de la contienda de Little Bighorn (Montana, EEUU) en 1983; una disciplina tiene por objetivo el estudio de los procesos bélicos a partir de los restos arqueológicos hallados en los escenarios dónde estos se desarrollaron». Y así analizan información relativa a las condiciones de vida de los combatientes, material bélico utilizado o redes logísticas de abastecimiento, por ejemplo.

Participó Llamazares con este equipo de HISMECON en el estudio de la vida en las trincheras de la comarca de Babia y en este 2020 lo hará en Laciana. «Hemos podido identificar centenares de restos materiales, parte de ellos atribuidos inequívocamente a la contienda. El más numeroso de éstos es el de la cartuchería metálica empleada por las diferentes tropas durante la contienda», señala el investigador, quien explica que restos nos «han permitido conocer la procedencia de la munición utilizada por cada facción, para así poder determinar el grado de importancia de los suministros internacionales durante el conflicto; y las fechas de fabricación de las mismas, lo cual ha proporcionado información relativa a la calidad del material bélico empleado, estableciendo si se trataba de equipamiento nuevo o, por el contrario, era remanente de conflictos anteriores».

Y sobre la base de estos hallazgos desvela Javier Llamazares que «se observa un fuerte contraste entre el armamento utilizado por un bando u otro». Y al analizarlo explica: «En el caso del bando sublevado, la munición es muy homogénea, con calibres para fusiles de repetición tipo Mauser con sistema de cerrojo. En cuanto, a los apoyos internacionales para el suministro de cartuchería, destaca en la zona de estudio el elevadísimo apoyo de la Alemania Nazi, con un 80% de la munición hallada, siendo el 20% procedente de fábricas nacionales como la Pirotecnia de Sevilla o la Fábrica Nacional de Toledo».

El alto porcentaje de cartuchos alemanes parece guardar relación, según Llamazares, «con el envío antes de noviembre de 1936 de 21.010.000 cartuchos de 7,92 mm. enviados por medio de la Legión Cóndor, con base en la Virgen del Camino. En cuanto a los años de producción de los cartuchos, más de la mitad destacan por ser del estallido de la contienda o del transcurso de ésta».

Un panorama diferente es el que dibuja al hablar de la munición analizada en el bando republicano. «En este caso se caracteriza por ser heterogénea, anticuada, desgastada y mal conservada. En la zona de estudio se han documentado hasta el momento hasta cinco calibres diferentes, lo cual hace pensar en las dificultades logísticas que padeció el bando republicano a la hora de proveerse de este tipo de material». También es muy diferente el panorama al analizar los apoyos internacionales. «Destaca la presencia de cartuchos mexicanos producidos en la Fábrica Nacional de Cartuchería, como parte del apoyo que el presidente Lázaro Cárdenas brindo a la República española, ya que éste vio la lucha en España como un reflejo de la revolución que el propio México había padecido en los años 20. Así mismo, la munición para los fusiles franceses Lebel, los británicos Lee-Enfield o los austrohúngaros Mannlicher, llegó, en parte, como apoyo de la URSS al Ejército Popular enviados en navíos entre el 1 de noviembre de 1936 y el 25 de marzo de 1937 a los puertos de Bilbao y Santander. En cuanto a los años de producción de los cartuchos, destaca la alta proporción de los mismos que son remanentes de la I Guerra Mundial».

También las granadas o fragmentos de las mismas han sido objeto de análisis en el estudio de Javier Llamazares, quien señala: «En enclaves del bando sublevado se han podido identificar varios restos de la granada Laffite Modelo 1921, granada reglamentaria en 1936 de tipo “ofensivo”. En cambio, en los emplazamientos republicanos se ha podido constatar la presencia de granadas de mano artesanales del tipo ‘piña asturiana’ de mecha fabricadas en La Felguera (Asturias). Éstas eran clasificadas como de tipo defensivo» .

Por último, y no menos significativo para Javier Llamazares, destaca «el hallazgo de un gran fragmento de proyectil de Mortero Valero 81 mm en uno de los enclaves del bando sublevado situado en el término municipal de San Emiliano, lo que parece indicar que sufrió cierta intensidad bélica por parte del Ejército Popular».

Para Llamazares esta investigación, aún abierta en la comarca de Laciana, supone un primer acercamiento al estudio del armamento utilizado por ambas facciones durante la contienda en el Frente Norte».

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